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Entre empujones te guían hacia tu asiento. Ya va a zarpar el bote y no hay tiempo para perderlo en comunicaciones. 

 

Hanoi, la capital de vietnam, verde por su jungla y uniformes militares, te arrincona con sus motos, extraño idioma y vendedores vehementes, para finalmente arrojarte en una calle repleta de bistros con el mejor café del mundo (devolviéndote así la compostura en una ciudad que hace rato perdió la suya). Cascos del ejercito decoran la cabeza de los lugareños, tal como lo haría una corona de flores en Maui, y la "San Antonio" de la ciudad esta decorada con temática del "Vietcong", dejando claro que su pasado es todavía su presente.   

Acabábamos de llegar de nuestro primer destino, Bagan, y el contraste era ensordecedor. Myanmar, antes conocida como Birmania, fue hasta hace casi una década olvidado apéndice de la Unión Soviética. Budistas por convicción, encontraron en las ideas comunistas un trasfondo que resonaba con la practica de escasez que guiaba sus vidas desde tiempos inmemoriales.  Subdesarrollada y dejada a su suerte, esta tierra, vástago del imperio Khmer, aún esconde más tesoros de los que la bruma deja ver en sus largos amaneceres. A medio camino entre campo árido y bosque tropical, nunca he estado en ningún otro lugar donde sea tan agradable caminar entre pasto seco de una pierna de alto. 

El propósito que me había trazado en este destino era uno: lograr que una foto resuma toda una experiencia. Mas o menos hubiese sido así: un globo aerostático asomándose por detrás de una pagoda, naranjisima por el sol, con un monje (o más) caminando en el medio del encuadre con las manos entrelazadas, cabeza gacha y toga roja.

 

Evidentemente, eso probó ser más complicado que la comunicación con los vietnamitas. El campo fue siempre demasiado extenso, al igual que los ángulos, y las ganas de estar en todas partes al mismo tiempo siempre pudo más ¿Cómo saber dónde quedarse quieto, o cuando moverse a buscar un lugar mejor? De todas formas, eso dejaba de ser un problema a las cuatro de la tarde, cuando mi ansiedad por apretar el botón de la cámara había drenado por completo la batería. Para mi sorpresa, fue siempre ahí cuando empezaba la aventura, en esas horas en las que solo te queda observar sin esperar nada a cambio. 

 

(Fotos en Tailandia, Vietnam, Myanmar, Malasia y Cambodia).  

 

Entre El Libro De La Selva y Apocalypse Now.

Por: Pedro García-Miró J.

Pedro

García-Miró

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